domingo

EL PUÑAO DE ROSAS "DUO DE ROSARIO Y PEPE"

La acción comienza en un rellano pintoresco de la sierra de Córdoba, donde junto a una fuente aparecen sentadas un grupo de mozas. Rosario tiende su mano a una gitana que le está diciendo la buenaventura, a su izquierda su prima Carmen con el cántaro apoyado en la cadera atenta por igual a los comentarios de las mozas y a las profecías de la gitana, la cual predice a Rosario que dos hombres están enamorados de ella, y que habrá un disgusto si no lo remedia Dios, pero que no se apure, porque un marqués muy rico y prendado de su hermosura, vendrá por ella. Las mozas se ríen, diciéndole que Tarugo será el marqués. Juan, padre de Rosario, le dice a Carmen que se alegra que se burlen de Rosario, a ver si con sus burlas le arrancan el cariño de ese bruto, que es el bestia más bestia que ha dado la tierra, al que está dispuesto a echar del cortijo por aquello de «ojos que no ven...» y le dice a su sobrina que llene el cántaro que ha venido el señorito, que últimamente anda mucho por el Cortijo. 

El señor Juan encuentra a Tarugo y a su hermano José Antonio juntos, circunstancia propicia para decirle lo que hace tiempo desea: que su hija es su orgullo y aunque no la guarde para príncipes ni reyes, menos para un salvaje como él. Le amenaza con echarle de cabeza por el barranco si vuelve a mirar a Rosario. Esta sale del cortijo viendo la tristeza de Tarugo le dice que si puede hacerle un favor. «¿Uno sólo»? pregunta Tarugo. Rosario le dice que va a venir el señorito con unos amigos y quiere estar guapa, motivo por el cual le pide un puñao de rosas. Como es mayo y los rosales no han brotado todavía, ella quiere ver como se las compone para encontrarlas y traérselas. 

Mientras Tarugo sale a cumplir su encargo, Rosario reflexiona que es una herejía lo que está haciendo con Tarugo, ya que todo el mundo cree que le quiere, pero de quien ella está enamorada en realidad es del «señorito Pepe», quien solamente la desea en plan de aventura. Regresa Tarugo con su manojo de rosas. Pregunta Rosario de dónde las ha cogido, a lo cual él responde que se las ha cogido a la Virgen. Tarugo va a pedirle a Rosario una rosa después de haberla llevado en el pelo, y al avanzar hacia ella ve llegar al señorito Pepe. Se esconde entre la maleza para que no le vean y oye como Pepe y Rosario se declaran su amor. 

El señorito le pide que se vaya con él aquella noche a Córdoba: Rosario le responde que lo pensará. Cuando ella desaparece, él se burla cínicamente diciendo que estará con ella un mes en Córdoba, otro en Sevilla y después para Tarugo. El señor Juan descubre llorando a Rosario. Cree que es por culpa de Tarugo y lo hecha del Cortijo, pero él jura que aunque Rosario no será para él, nadie se la va a llevar de su casa. Llega la hora de la cita y aparece el señorito Pepe. Tarugo está entre los árboles esperándole con su escopeta. Le sale al encuentro y le dice que si quiere de verdad a Rosario que se la pida a su padre. Si así lo hace, él mismo se la llevará hasta el altar, pero si no se la pide, que se marche a Córdoba. 

Forcejean los dos hombres, logrando Tarugo quitarle la escopeta al señorito Pepe, amenazándole con matarlo si no se marcha. El señor Juan ha descubierto que su hija no está en el Cortijo y sale buscándola desesperado. Es entonces cuando Tarugo entrega a Rosario a su padre y ella le pide perdón. Tarugo va hacia la ventana donde estaba «el puñao de rosas» y lo coge, el señor Juan le pregunta que a dónde va, y él le contesta que a devolver las flores a la Virgen.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario