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LA TABERNERA DEL PUERTO


Romance marinero en tres actos, el último dividido en dos cuadros. Texto original de FEDERICO ROMERO y GUILLERMO FERNANDEZ-SHAW. Música de PABLO SOROZABAL. Estrenada el 6 de mayo de 1936 en el Teatro Tívoli de Barcelona.
LA TABERNERA DEL PUERTO se estrenó el 6 de mayo de 1936 en el Teatro Tívoli de Barcelona. Pocas obras han mantenido una confusión tan grande sobre la fecha de su estreno.
El éxito fue enorme, en palabras de Marcos Redondo, y Sorozabal apunta que “el éxito nos acompañó a todos, mejor dicho, a casi todos, porque Vela no pudo con su papel, pasando inadvertido” poco después fue sustituido por Manuel Gas, que bordó el papel. Es curioso que una obra concebida originalmente para barítono, en atención a Marcos Redondo, ya que, como el mismo Sorozabal nos cuenta, “la mayor parte del público venía a verle y a escucharle a él, no a mi obra, simple pretexto” ha terminado siendo más obra de tenor, yo creo que fundamentalmente gracias a la milagrosa aparición de Alfredo Kraus, y el famoso “No puede ser” ha sido piedra de toque de todos los tenores españoles desde entonces. Por cierto que el “Chíbiri, chíbiri” no formó parte de la partitura hasta el estreno madrileño, tras la guerra civil.
“No deja de ser curioso que dos de los grandes éxitos de nuestra zarzuela y sobre todo de Sorozábal, los compusiera el músico vasco porque otros colegas los rechazaron. Si Moreno Torroba dijo nones a “La del manojo”, Guridi hizo lo propio cuando se le ofreció el libreto de “La tabernera”, porque en aquel entonces estaba musicando otra obra de corte marinero: “Mari Eli”. A Sorozábal lo de las vicetiples parece ser que no le iba mucho. En el libreto de “La tabernera” también aparecía un grupo de ellas, vestidas de marino americano. En su lugar compuso la romanza de Simpson. Nunca sabremos si Ascensión y Marola hubieran sido tan populares y celebradas de no haberles puesto música Sorozabal. Lo que sí sabemos es que la zarzuela que compuso Guridi cuando rechazó “La tabernera” está totalmente olvidada”.
Al decir del Padre Sopeña, se inicia la obra con un breve trozo orquestal que es, sin embargo, algo así como el “leit motiv” reflejando no el mar nacarado, tranquilo, sino el rugiente sobre el que cabalgan las pasiones del romance marinero. Una vieja y conocidísima canción popular, “Eres blanca y hermosa como tu madre”, y la inevitable “Salve marinera” van aupadas por una orquestación poderosa y refinada, verdadera protagonista. La habanera que sigue no es “castiza” en el sentido madrileño de la palabra; es sinfónica en su base y en el color montado sobre el ritmo: sobre ella marcha el canto de Juan, trágico y lleno de nostalgia flanqueado por pasajes a dúo con Simpson y a trío con Verdier, verdadera presentación del “carácter” de Juan. El número cómico es, como en todas las obras de Sorozabal, originalísimo, lejano del tópico tonto que venía arrastrando la zarzuela: aquí, la instrumentación, de manera radiante, sin copiar nada, nos da el típico sabor marinero y vasco. El dúo que sigue, clave de esta obra, demuestra lo escrito hace un momento: brillan las voces al máximo, lírica y dramáticamente -el dúo se estructura a través de ese rico y claro contraste- porque la expresión amorosa se presenta directa, desnuda de artificios. No en vano Sorozabal tiene como página predilecta el dúo de OTELLO de Verdi. Termina el acto con un coro que dialoga con Marola, diálogo sobre ritmo de vals, pero no un vals de danza sentimental y ligera sino un vals marinero, algo rudo, poderoso, que se resuelve líricamente con la preciosa copla de Leandro.
El segundo acto, después de recordarnos con delicadeza la canción popular que ha servido de pórtico, nos lleva a la romanza de Marola, logradísima; el virtuosismo, la ligereza no son pegote de lucimiento sino expresión de ingenuidad que contrasta con la rudeza para darnos un retrato fiel del personaje. La canción siguiente, la de Juan, es uno de los más singulares hallazgos de Sorozabal: la deliciosa “vasquería” y luego las vocalizaciones a lo Rossini, estilizadas, son también “retrato”. El número siguiente con su luz blanca de luna sobre el negro podría ser definido en su hábil tenebrismo como “barojiano”. La fuerte, buenísima dinámica de este acto, reserva como penúltimo número, de gran fuerza, la romanza de Leandro, apasionada, brillante, directa, grito con orden, locura para el público. Un delicioso trío es como un descanso para la gran escena final donde van desfilando, uno a uno, los retratos de los personajes hasta la voz solitaria, ingenua, pobrecita, de Abel, cortada por esos acordes finales, llenos, rudos pero solemnes -“tutti, sin ruido” dice exacta y bellamente la partitura- donde resuenan esas “catedrales sumergidas” que todo mar vivo lleva dentro.
En el tercer acto volvemos al clima inicial, ampliado ahora en potencia dramática, tan honda que, sin señalar copia ni influencia volvemos a acordarnos del OTELLO de Verdi. Sobre la orquesta, espejo de la tempestad que crece, el dúo amoroso y desesperado de Marola y Leandro hasta el grito que recoge y engrandece la orquesta cerrándose en coral potente. Un breve, delicioso, originalísimo -pimpante y melancólico- intermedio con Abel sirve de puente para la escena final, donde se vuelca la humanidad de Juan, encontrándose a sí mismo con el arrepentimiento, mientras Marola y Leandro aparecen salvados.
Pablo Sorozabal nació en San Sebastián el 18 de septiembre de 1897 y murió en Madrid el 26 de diciembre de 1988. Se inició musicalmente en San Sebastián primero en la Academia de Bellas Artes estudiando solfeo con Manuel Cendoya, luego en el Orfeón Donostiarra en que estudió violín con Alfredo Larrocha y piano con Germán Cendoya y finalmente como violinista en la Orquesta del Gran Casino dirigida por el citado Larrocha y eventualmente por Fernández Arbós quien en 1919 propició su llegada a Madrid integrado en la Orquesta Sinfónica de Madrid. De allí su salto a Alemania, pensionado, en donde consolidó sus conocimientos de composición, violín y dirección de orquesta. Durante varios años (hasta 1932) estuvo a caballo entre Alemania y Madrid, en donde iba componiendo KATIUSKA e incluso la posterior ADIOS A LA BOHEMIA, contándose que ni los mismos libretistas de KATIUSKA confiaban en él por no ser músico de teatro, pero, según La Voz de San Sebastián antes del estreno, “la obra llegó a Marcos Redondo, el barítono de las delicadezas, de la verdadera sapiencia de cantor y gusto. Sorozabal encontró al poderoso padrino que había de presentar su obra ante el público”. Además de su actividad como compositor, sobre todo de zarzuelas (aunque también hay en su haber obras sinfónicas), destacó en la Dirección de Orquesta desempeñando durante los dos primeros años de la guerra civil la de la Banda Municipal de Madrid, lo que a la postre le causó sinsabores derivados de su carácter fuerte e independiente y del “desvío”, por utilizar un eufemismo, que le demostraron las instancias oficiales y con que le obsequiaron algunos de sus compañeros como, al parecer, Guerrero y Moreno Torroba, no pudiendo pese a todo dar con Sorozabal en tierra. De su producción zarzuelística detallaré: KATIUSKA (1931), LA ISLA DE LAS PERLAS y ADIOS A LA BOHEMIA (1933), LA DEL MANOJO DE ROSAS (1934), LA TABERNERA DEL PUERTO (1936), CUIDADO CON LA PINTURA (1939/40), BLACK EL PAYASO (1942), LA ETERNA CANCION (1945), LOS BURLADORES (1948), ENTRE SEVILLA Y TRIANA (1950) y LAS DE CAIN (1958).
El marinero Verdiet que ha perdido la fe y no cree en la justicia divina llega al puerto de su ciudad natal del que ha estado seis años ausente. Allí se entera de que hay una taberna nueva a la que acuden los marineros atraídos por la belleza de Marola que regenta la taberna ayudada de su compañero Juan de Eguía. Todos los marineros están enamorados de Marola y todas las mujeres están celosas de ella. Verdier se reúne con sus antiguos compañeros Simpson y Juan de Eguía y rememoran sus días de juventud v sus aventuras. Ripalda dueño del café del Vapor disgustado por la falta de clientes, ya que todos acuden a la taberna de Marola, trama contra esta escenas de celos y siembra cizaña entre el matrimonio de Antigua y Chinchorro. Juan de Eguía quiere hacer contrabando con una partida de cocaína y comunica a Marola que como Leandro está enamorado de ella, ha de convencerle para que él sea el que lleve a cabo esta operación, Marola duda, no sabe si atender la propuesta de Juan de Eguía o salvar de una situación enojosa a Leandro, por el que siente un verdadero y apasionado amor. Por fin se decide a hacerle la propuesta a Leandro. Los planes de Marola y Juan de Eguía son descubiertos por el marino inglés, Simpson quien denuncia a Leandro que va a ser juego de los manejos de Juan de Eguía para llevar a cabo una operación de contrabando. Leandro queda abrumado; él pensaba que el amor que le había demostrado Marola era sincero y ahora se da cuenta de que es falso e interesado. Marola está desesperada porque ama con pasión a Leandro y decide explicarle todo el asunto. Habla con él, le declara su amor y le explica que Juan de Eguía es el padre de ella y que ahora le ha pedido su colaboración para llevar a cabo la operación del contrabando. Leandro comprende toda la situación y ambos entonan un apasionado dúo de amor, Marola no quiere abandonar a Leandro y decide acompañarle en la barca en que ha de salir al día siguiente con la partida de cocaína. La gente, murmuradora al ver a Marola y a Leandro salir, imagina que ambos se escapan para emprender una nueva vida lejos de Juan de Eguía. Juan de Eguía a quien le abruman los remordimientos explica a todos su verdadera identidad. Declara que él es el padre y no el marido de Marola y que ha cometido la infamia de arrastrar a Leandro y a Marola a la aventura del contrabando. Comprende el sacrificio de Leandro, quien por obtener el amor de Marola, ha accedido a realizar esta operación. Todos están indignados y gritan: «Juan de Eguía es el culpable». Aparecen en el puerto Marola y Leandro seguidos por los carabineros. Juan de Eguía se declara culpable y los carabineros le apartan de la pareja y le conducen con ellos. Marola y Leandro enlazan sus manos y Verdier declara que ahora sí cree en Dios y en la justicia divina. Leandro entra en la taberna con Marola y la rutina vuelve al pueblo.

Acto I: 1. Introducción orquestal y escena “Eres blanca y hermosa…..¡Ay que me muero por unos ojos!....Salve, Señora, Reina y Madre de misericordia!. 2. Terceto “Hace días te esperaba” y habanera “Bajo otros soles, por otros mares”. 3. Dueto cómico “Ven aquí camastrón…..¡Ay pobre de mi! mi vieja está borracha”. 4. Dúo de Marola y Leandro “Todos lo saben…..Marinero vete a la mar”. 5. Final del acto I “Aquí está la culpable….Si a tu marido tú le quieres agradar”.
Acto II: 6. Preludio y escena de la taberna “Eres blanca y hermosa….¿Quieres tú cantar una canción? tabernera graciosa”. 6b. Romanza de Marola “En un país de fábula….Yo también soy un pájaro viejo”. 6c. Romanza de Juan de Eguía “La mujer de los quince a los veinte….chíbiri chíbiri”. 7. Romanza de Simpson “Despierta, negro, que viene el blanco….La luna es blanca muy blanca”. 8. Romanza de Leandro “¡No puede ser!….los ojos que lloran no saben mentir”. 8bis. Raconto de Marola, recitado “Yo soy de un puerto lejano”. 9. Terceto cómico “Marola resuena en el oído”. 10. Final del acto II “Yo no te comprendo, ¿qué es lo que pretendes? padre…..¡Marola! ¡Marola! Esta dama remolona va a tenerme que escuchar.
Acto III: 11. Dúo de Marola y Leandro “¿No escuchas un grito que suena lejano?....Por el ancho mar en la noche”. 12. Recitado “En la taberna del puerto desde que no hay tabernera” y canción de Abel “¡Ay que me muero por unos ojos!. 13. Romanza de Juan de Eguía “¡No! No te acerques”. 14. Final “¡Son ellos! era verdad….Yo sólo fui culpable…..Ripalda, ¡ya voy creyendo que hay Dios!
Marola: Tabernera hija de Juan de Eguía, enamorada de Leandro. Soprano.
Abel: Joven músico de Provenza. Soprano
Antigúa: Mujer de Chinchorro, bebedora como él. Tiple cómica.
Leandro: Marinero enamorado de Marola. Tenor
Juan de Eguía: Contrabandista, padre de Marola. Barítono.
Simpson: Amigorro y socio de Juan de Eguía. Bajo.
Verdier: Marino marsellés de bajos fondos, socio de los anteriores. Barítono.
Chinchorro: Borrachuzo patrón de un barco. Actor cantante.
Ripalda: Dueño del café cercano a la taberna en que trabaja Marola. Actor cantante.

ROMANZA DE LEANDRO "NO PUEDE SER"/PLACIDO DOMINGO

1 comentario:

  1. Ante todo felicidades por su blog, me parece muy completo y exhaustivo, y es de agradecer para fomentar nuestro género lírico. Me gustaría hacerle una apreciación respecto al subtítulo del mismo: como "género chico" se cataloga a un tipo específico de zarzuela, no a toda ella, a saber: aquella zarzuela en un acto, generalmente costumbrista, con muchos personajes, y de una hora escasa de duración. Un cordial saludo.

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